Los casos de pedofilia y abusos deshonestos realizados por sacerdotes y obispos están a la orden del día, tanto de curas desconocidos y también de figuras "connotadas" como el padre Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, y el padre Karadima, importante obispo del catolicismo nacional. Para qué nombrar el cura chileno que tenía doble vida: en una comuna hacía misas, y en otra tenía a su pareja e hijos. Y quizá cuantos más.
Hay muchas cosas de la Iglesia que no me gustan. ¿No les llaman la atención los curitas que salen en la tele, pidiendo donaciones y hablando de sencillez, pero tienen en el pecho colgada una enorme cruz de lapislázuli con incrustaciones de oro? Bien les haría despojarse de las grandes riquezas que existen “ocultas” en el Vaticano, y con ese dinero reconstruir templos y ayudar a la gente que lo necesita.

Trato, trato de no meter a todos los sacerdotes en el mismo saco. Hay sacerdotes que han tenido una labor verdaderamente importante y digna de imitar, como lo es el padre Hurtado… pero a veces es difícil. Mi papá dice: “antes, cuando uno no sabía a quién recurrir, o se perdía en la ciudad, a uno le decían que fuera a una iglesia donde un sacerdote. Ahora esto claramente no pasa”.
La iglesia necesita de una reforma urgentemente. El sacerdote jesuíta Antonio Delfau, director de la Revista Mensaje, en Vía Pública de TVN hace un par de semanas, dijo claramente: “después de estos escándalos, la Iglesia quedará con menor credibilidad y más pobre… pero mucho más parecida a la que quería Jesús”. Los sacerdotes también son personas, y como tales tienen necesidades propias de su condición. No veo por qué no pueden compatibilizarse ambos roles. Y no sólo reformar el oficio sacerdotal, sino que muchas otras cosas más. Su labor solidaria es un ejemplo y me saco el sombrero ante ello, pero pienso que hay muchos ritos "de sobra", sobre todo durante la Eucaristía, y que debiese acentuarse más el contacto personal con Jesús a través de la oración. Porque Él tiene un mensaje para cada uno de nosotros, que se logra encontrar en el momento de la reflexión a solas.
Todo esto se los dice un católico, con una gran fe en Dios y su fuerza, que le molestan las cosas que están pasando, pero que tampoco se puede quedar callado con lo que anda mal. Está en manos de nosotros colaborar para que la Iglesia, nuestra Iglesia, vuelva al camino del que nunca debió alejarse.